lunes, 18 de noviembre de 2013

Elogio a unos héroes.

Esta entrada está dedicada a dos personas que conozco desde hace ya muchos años. Son cristianos ardientes que llevan su fe también al trabajo.
El ambiente del trabajo es a menudo hostil contra las convicciones que las personas mantienen, incluso entre compañeros de trabajo. Estos dos trabajan en sendas residencias para ancianos. El cuidado de las personas les apasiona y han elegido esa forma de ganarse la vida, de ser útiles a la sociedad. Pero no son estos los únicos motivos: desean mostrar el amor de Cristo en sus tareas profesionales.


Hay ancianos en las residencias que están encamados. Los auxiliares deben levantarlos y sentarlos cada día para evitar enfermedades o traumatismos. ¿Quién vigila a los auxiliares para realizar esta tarea?. Ni que decir tiene que a veces estos ancianos no son levantados. Depende de la honestidad del trabajador.

Mis dos amigos están soportando la presión de los propios compañeros al negarse a participar en esa mentira. Podemos decir que han puesto la honestidad por bandera, pero sus convicciones son más profundas que ese gran valor. Hace años dieron un giro de 180º en sus vidas y decidieron dedicar su esfuerzo, sus pensamientos y su vida a Jesucristo, reconocieron el trabajo realizado por Jesucristo en la cruz para ellos. Y si su Salvador y mío anduvo en amor, y mandó a sus discípulos que también anduviesen en amor, no nos queda más remedio que obedecer.

I Juan 4: 7-10.
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 

La resistencia de mis amigos a participar en ese engaño a los ancianos, a sus familiares, a los sanitarios y a sus jefes tiene su raíz en su dedicación a Cristo. Obedecen el mandato de Jesús no solamente por obediencia, sino por amor a esos ancianos y por gratitud a Cristo.


I Juan 2: 4-6.
El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. 
I Juan 3: 16-18.
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

No solamente están ofreciendo los servicios para los que han sido contratados, sino que además dan a estos ancianos cariño, están mostrando sensibilidad hacia sus sentimientos, les dan una sonrisa cada vez que pasan por su lado y se interesan por sus vidas al preguntarles por los nietos y sus familiares.


Esta entrada es un homenaje a todos aquellos cristianos que están soportando ultrajes y menosprecios por poner su fe por delante de los propios intereses. A aquellos cristianos que se abandonan a si mismos para que la fama de Dios crezca y los necesitados encuentren alivio.

¡Estos son héroes!.

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