martes, 25 de febrero de 2014

El impacto ambiental de nuestro trabajo (2/2)


Esta entrada termina la discusión iniciada en la entrada El impacto ambiental de nuestro trabajo (1/2)

La actividad fabril, investigadora o comercial supone siempre un impacto ambiental que debe ser evaluado.


Hay un componente moral muy importante que lleva a que el ambiente sufra.

  • Una persona avariciosa antepondrá sus intereses económicos ante otras situaciones de menos valor para ella.
  • Una persona egoísta acaparará recursos para ella misma, incluso cuando no le sean necesarios.
  • Una persona que permite la mentira ajustará su conducta para cubrir el engaño. Usará recursos y personas para tal fin.
  • Una persona inconsecuente no tendrá un comportamiento responsable con su entorno.

Y si esto se dice de las personas, también es aplicable a las empresas y organizaciones, que son grupos de personas que deben tomar decisiones conjuntas y llevar a cabo actuaciones colegiadas.

  1. Uno tiene una idea. Interviene su carácter, modo de pensar, experiencia e intereses propios.
  2. Otro la modifica. Al igual que el anterior, la influencia propia tiene mucho peso.
  3. Otro aprueba. La aprobación está supeditada a los elementos anteriores, aplicados a esta última persona.
Y todo ello regado con intereses de orgullo, egoístas y relacionales entre ellas.

Al final, es el producto final, los procesos intermedios y los recursos iniciales los que sufren para poder dejar contentos a todos estos.



¿Qué aprendemos?.



El camino moral descendente es muy fácil de transitar. Se empieza por una pequeña cosa, luego se admite otra un poco mayor, … y algunos acaban en miseria moral, por muy ricos y muy influyentes que sean. Y esto no es cosa simple de teoría. Todos hemos experimentado esto, bien en persona o en conocidos.


Una vez que se ha dejado la puerta abierta a una moralidad descendente, todo lo que hay alrededor va a sufrir.





Lo que dice la Biblia.

Dios ya había diagnosticado esto hace 2800 años, por medio del mensaje del profeta Oseas.



Oseas 4: 1-3.


Ya no hay entre mi pueblo fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios.
Cunden, más bien, el perjurio y la mentira. Abundan el robo, el adulterio y el asesinato. ¡Un homicidio sigue a otro!
Por tanto, se resecará la tierra, y desfallecerán todos sus habitantes. ¡Morirán las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar!





La Biblia vincula el carácter moral de los habitantes con las consecuencias sobre la naturaleza. La moral de cada persona, cuando no es violentada, da lugar a un comportamiento que afecta al ambiente en el que nos movemos.

Podemos pensar en términos controversiales, pero ese “por tanto” refiere a la consecuencia de la actitud humana. No debemos pensar en ello como un “castigo divino”, tan de moda cuando se habla de Dios. La responsabilidad viene del hombre. No es cuestión de echarle la culpa al que lo creó todo perfecto y bueno y quitarnos moscas de encima.

Es más, la propia creación espera el día en que la tierra sea habitada por una humanidad buena, en consonancia con lo que Dios ha dispuesto: bondad, fe, amor, solidaridad, …




Romanos 8: 18-23.


Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos.






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