miércoles, 4 de junio de 2014

Con jefes difíciles.


Somos muchos los trabajadores que respetamos a nuestros superiores y que además lo hacemos de buen grado. Esto ocurre principalmente cuando esos superiores son respetuosos y valoran al empleado. Cuando esta persona tiene un carácter “difícil”, ese respeto que mostramos ya no es tanto respeto, sino que se transforma en oposición a la autoridad jerárquica. Y esos jefes pueden actuar injustamente.

La convivencia es tensa.

Puede explotar en cualquier momento.

En mi caso, ¿cuántas veces me han pedido coger un teléfono y que diga “no está”?. Un buen jefe no debería pedirte eso. Un mal jefe lo hace. La respuesta que demos a esa orden directa y la actitud que mostremos va a determinar la reacción del jefe.

Incluso una reacción injusta.



¿QUÉ DICE LA BIBLIA?.

Vuelvo a la primera carta de Pedro.

Pedro, el gran apóstol, está escribiendo a unos expatriados, unos inmigrantes en lo que es la actual Turquía. Estos lo están pasando mal, no solamente por la pobreza, la exclusión social y el desarraigo de su tierra y sus familiares. Además, están soportando la persecución de Nerón contra los cristianos.


Es fácil entender que estos cristianos exiliados estuviesen sufriendo mucho. En el campo laboral, empleados de 3ª, 4ª o 5ª categoría. Pedro les escribe una carta, que hemos dividido en cinco capítulos, alentándolos a perseverar en medio de tanto sufrimiento, con la esperanza puesta en Jesucristo.




Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente.

Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.

En el caso anterior del teléfono. Si mi conciencia me impide mentir, está bien. Lo pasaré mal si la violento y respondo “no está”. Pero no va más allá. Un simple descontento conmigo mismo por no haber soportado, una acusación a la empresa por ponerme en esa situación, y echaré las culpas al sistema.
  


SOY UN EMPLEADO DE JESUCRISTO.



Pero como cristiano, he puesto mi conciencia al servicio de Dios. Desde que tomé a Jesucristo como mi salvador, siempre me he negado a los engaños. Eso me han valido miradas furibundas de parte de algunos superiores, otros han elogiado mi honestidad. Mi conciencia me impide mentir. ¿Cómo podría yo llamarme cristiano si obedezco más a los hombres, aunque sea mi superior, que a mi Señor?.


I Pedro 2: 21-24.


Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Tengo un ejemplo a seguir. El devolvió bien por mal, sufriendo.

Yo tengo el ánimo de ir con el bien por delante, soportando a los jefes injustos. Si no tuviera a Dios en mi vida, los enviaría a freír espárragos. Mi motivación nace del llamado que Jesús me ha hecho para ser como Él.


Jesucristo es el mejor jefe.






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